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viernes, 28 de junio de 2013

Estúpidos.





—¡Jess!

Levanto la vista para ver quien me llamaba. ¿Él? ¡Él! ¿Qué hace aquí? ¡Dios está aquí!
Intento hacerme espacio entre todos los demás estudiantes. ¿Por qué habrá venido? Logro llegar hasta dónde está e involuntariamente sonrió como sólo lo sé hacer cuando esta él.

—Hola —susurro.
—Hola —asiente con una sonrisa y se acerca para darme un beso en la mejilla.
—¿Qué te trae por aquí? —pregunto atontada.
—La verdad es que iba pasando y… Vengo a verte a ti, obvio.

¡Dios, viene a verme a mí! ¡A mí! ¡A nadie más que a mí! A esta niña de 17 años que de seguro puede ser menos importante que otras cosas. ¡Pero viene a verme a mí!

—¿De verdad? O sea… ¿no tenías que trabajar ahora? —lo miro detenidamente.
—Tenía —sonríe, mientras sube las mangas de su camisa— He pedido la tarde. A la hora que salgo nunca logro verte.
Me sonrojo y miro al suelo.
—¿Querías verme? —pregunto emocionada.
—Cada segundo.

Alex toma mi mano y comienza a caminar por las calles. “No tengo idea de lo que haremos así que veamos a donde llegamos”, es lo que ha dicho, así que hemos caminado unos minutos hablando y comentado lo de siempre. Sentir su mano en la mía era uno de los tantos pasos que él se había atrevido a dar conmigo. Sabía lo cuidadoso que era ante una muestra de cariño. Según Fernanda, él no quería asustarme, por eso se tomaba todo con demasiada calma. “Jessica, imagínalo desde su perspectiva: ¿qué pasaría si tienes casi 30 años y te enamoras de una adolescente?” Ella tenía razón. Para él también debe ser difícil esta situación pero… ¿Por qué no… porque no había mostrado… ningún indicio de querer besarme? ¿Es que no quería llegar más allá?

—Toma —me tendió el helado.

Caminamos un poco más hasta llegar a una plaza. Decidimos tomar asiento en una de las bancas que había allí.

—Has estado un poco callada —comenta Alex.
—¿De verdad? —Digo sin mirarlo— No  me he dado cuenta…
De repente siento como su mano se posa en mi mentón y me hace girar para verlo, provocando que un gran estremecimiento recorra mi cuerpo.
—¿Qué es lo que pasa? —mira mi rostro detenidamente.
—Nada —digo nerviosa— No pasa nada.
Sigue observándome. ¿Qué es lo que estará pensando? ¿Qué me he vuelto loca? Pues la verdad es que sí.
—Jess…
—No pasa nada —insisto y alejo mi rostro de su mano.
¿Es que no logra verlo en mis ojos? ¿No se ven obvias las ganas que tengo de…? Uh. Ya iban siendo un par de semanas en que estaba claro que no éramos solos amigos. ¿O sí? ¡No! O si no, no nos veríamos tan seguido, no hablaríamos por teléfono, no… ¿Entonces? 

—Alex… —comienzo lentamente, pero sin girarme a él aún.
—Dime, cariño.
¿Cariño? ¡No podíamos ser sólo amigos si me llamaba así! Dios, estoy echa un lío.
—Tú… a ti te… —tartamudeo. 
—¿Qué es lo que pasa, Jess? Me tienes preocupado.
Ahora sí lo miro y veo que es verdad lo que dice. Está preocupado. Sus ojos se fijan en los míos intentando adivinar lo que pasa.

Callo nuevamente. Sigo observando su rostro. Mi corazón comienza a latir más de prisa ante lo que quiero hacer. ¿Y si me arriesgo? ¿Pierdo algo? Sí y no. Pero es que… Alex sigue mirándome sin entender lo que pasa. ¿Pierdo algo? Las cosas están claras: amigos no somos. ¿Pierdo algo? Tampoco somos novios. ¿Pierdo algo? Creo que nada. Corto la mínima distancia que hay entre nuestros cuerpos. Mi corazón se podría escuchar a cuadras de aquí. Okay, si pierdo algo por lo menos habré hecho lo que quería. Sin que se lo espere, corto la distancia y junto mis labios con los suyos. A continuación siento como si dentro de mí hubieran soltado una jaula de pájaros que ahora comienzan a revolotear adentro. Era mucho mejor de lo que me imaginaba. Pero hay que parar. Me alejo antes de los tres segundos. Y sí, la sorpresa está en su rostro. ¿Qué he hecho?

—Y-yo-o… —comienzo a tartamudear— Lo siento.

Tomo mi mochila y me levanto presa del pánico. ¿Qué he hecho? ¿Qué he hecho? ¿Cómo se me ha ocurrió besarlo? ¡Dios! Unas ganas de llorar me entrar, pero no alcanzo.

—¡Espera!

Alex se aparece al frente de mí impidiendo el camino.
Ahora sí que el miedo de mirarlo es aún mayor. Quiero salir corriendo de este lugar.

—Jess… tú…
Sin esperarlo una lágrima se me escapa. Mierda.
—¿Estas llorando? —nuevamente ese tono de preocupación en su voz.
Rápidamente es él quien limpia la lágrima de mi rostro.
—¿Por qué lloras?
—Porque soy una estúpida adolescente desequilibrada emocionalmente —sonrió.
Su expresión no parece dura. Si no cálida. No parece enojado. Si no contento. ¿Qué es lo que piensa?
—Alex  yo…
—Espera —me detiene— ¿puedo hacer algo antes?
—Eh… supongo —respondo sin entender.

Hasta que nuevamente tengo sus labios en los míos. ¡Me está besando! ¡A mí! Alzo mis brazos a su cuello como todas las veces en las que soñé con este beso. El sabor de sus labios es definitivamente el mejor de los dulces… ¿Por qué había demorado tanto en esto? Lentamente, después de varios segundos, nos separamos y sonreímos.

—No tienes ni idea cuanto ansiaba este  beso —admite.
—¡¿Entonces  por qué te demoraste tanto en dármelo!? —exijo.
Alex suelta una carcajada.
—Porque… soy un estúpido adulto que no se atreve a nada —sonríe.
—En algo concordamos: ambos somos estúpidos.
—Estúpidos enamorados. 

4 comentarios:

  1. Por dios, oh estupidos y sensuales enamoradoos!

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  2. Me gusta, aunque la edad es demaciado para mi DX jajaja Por cierto, tienes un premio en mi blog (:
    Saludos.

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  3. Qué estupidez más bonita, ¿no? :))
    Genial como siempre guapa!
    besos <3

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  4. Que bonito, me recuerda a la novela que escribí hace un tiempo.
    Un saludo Rommy(:

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