5 años...

 

 

—5 años… quien se lo hubiera imaginado.

—De seguro tú no —él comenzó a reírse por el recuerdo que le asaltaba en su mente— si me odiabas cuando me conociste.
—¡Hey! —Ella le propinó un golpe en el brazo— eso fue por tu culpa. Eras demasiado antipático conmigo.
—¿Yo? —Fingió sorpresa— Okay, sí —ambos rieron— pero tú sabes porque era así contigo —él le guiñó un ojo.
—Ni me lo recuerdes —avergonzada se tapó la cara con las manos— todavía recuerdo ese día en el que te declaraste… fue tan patético.
—Patética te veías tú con esa sonrisa en tu rostro cuando pronuncié el “te quiero”…

Cada uno se inundó en sus pensamientos.

Ella trataba de detallar estos 5 años de amistad que habían tenido, grandes 5 años. Para ella no había un mejor amigo más que él. No había alguien que lograra tenerle tanta paciencia como él se la tenía. No había alguien que la hubiese apoyado tanto como ese chico lo hizo. En definitiva, no había nadie igual a su mejor amigo.

Él se quedó recordando esa vez en la que se le declaró. Un par de meses luego de conocerla se dio cuenta que sentía algo por ella, pero no se atrevía a decirlo así que, que mejor que aparentar lo contrario. ¡Ja! Recordar el momento en el que él soltó todo lo que tenía guardado lograba sacarle una sonrisa. Pero lo que de verdad lo emocionaba era la expresión que en ese momento había tenido su mejor amiga. Hasta un ciego habría logrado darse cuenta que ella sentía lo mismo por ese tipo que al comienzo la trataba mal. Pero que luego sólo era capaz de abrazarla y tomarle la mano.

—¿Cuándo… —había comenzado él pero el miedo lo detuvo.

—¿Cuándo que? —ella se giró hacia él y lo miró.
—¿Cuándo dejaste de quererme? —para él le fue imposible devolverle la mirada.
—Jamás he dejado de quererte… ah, pero si te refieres a esa forma…
—Sabes que me estoy refiriendo a esa forma —ahora dudaba si quería escuchar la respuesta.
—La verdad no sé. Pero las cosas ya no estaban siendo las mismas… creo que fue el momento de ponerle fin a la relación.
—¿No te arrepientes? —tomó todas sus fuerzas y le clavó la vista en los ojos de ella.
—Nop —sonrió— ahora somos más amigos que antes —se acurrucó a su lado— y de verdad que sin ti…
—¿No podrías vivir? —inquirió él.
—Así es…
—Ni yo tampoco —la rodeo con un brazo.

Ambos se necesitaban mutuamente, ambos se querían, ambos se cuidaban, pero sólo uno de ellos no había dejado de sentir ese sentimiento que por un tiempo los había unido como pareja.