27 de febrero del 2010
3:34 am.
Estás en tu cama durmiendo, pero hay algo que te interrumpe. Sientes que esta temblando. Te giras hacía el otro lado y decides seguir durmiendo, y te dices que sólo es un temblor, que ya va a pasar. Pero no. Totalmente extrañada te levantas un poco y comienzas a escuchar como unos cuadros de tu pieza se azotan contra la pared y cómo vez que las cosas de tu closet comienzan a caerse. Llega el momento en el que te das cuenta de que no es un temblor, claro que no, esto es demasiado fuerte. No sabes que hacer, pero ahí aparece tu mamá.
—¡Levántate! —te ordena rápido— Toma a tu hermana y ven a la puerta.
Haces lo que te pide sin entender lo que está pasando. Ves que tu hermana pequeña tampoco entiende, pero le tomas su manito y la sacas de la pieza. El pasillo que da hasta la puerta principal no es largo, pero no puedes caminar. Chocas contra la pared varias veces ¿Qué está pasando? Logras escuchar como en el departamento de arriba se rompen vidrios, el ruido asusta. Llegas a la puerta de tu casa y ves a tu mamá.
—¡Quédate aquí! —te mira a los ojos y vuelva a entrar.
Ahora más consiente no sabes que pensar. Esto claramente no es un temblor. Te ves en la obligación de afirmarte del marco de la puerta porque es demasiado fuerte. Le agarras la mano a tu hermana. ¿El fin del mundo? ¿Será este en fin del mundo? Crees que esto ya es horrible. No es posible de que este temblando tan fuerte, y ya no tienes ni idea que pensar. De repente vez llegar a tu mamá con tu hermano y los cuatro se quedan ahí en la puerta a ver cuando se termina esto. Por favor que acabe ya. Llega el minuto de que todo es silencio. Ya no tiembla.
—¿Qué fue esto? —susurras.
Vuelves a entrar a tu casa para buscar los celulares, o algo para que te de luz. Entras tu piza y ves todas las cosas tiradas en el suelo. Todas. Sacas el celular y vuelves para la puerta. Todos tus vecinos comienzan a salir. ¿Están bien? Es la pregunta que todos se hacen al verse. Te encuentras con una amiga, se miran, pero no saben que decir.
—¿Dónde estabas? —le preguntas ya que la viste llegar desde abajo.
—Mi papá me tomó y me obligó a bajar cuando empezó todo.
Siguen conversando de lo que ha pasado, se asoman desde las escaleras a ver el patio y la piscina que tenían abajo, ya no tiene agua. Vuelves a tu casa, tomas tu celular y llamas a tu papá. Él no se encontraba contigo en este momento porque su trabajo lo obligaba a viajar al norte del país. Miles y miles de kilómetros más lejos.
4:00 am
—¡Papá! —Exclamas cuando te contesta— ¿Cómo estás?
—Bien, pero…
—¿Sentiste el temblor?
—¿De que me hablas? —pregunta extrañado.
—¿No ha temblado por allá? —ahora tu eres la extrañada.
—No, para nada ¿Qué pasó, hija?
—Acá tembló muy fuerte. Tuvimos que despertarnos y quedarnos en la puerta. Fue demasiado fuerte papá…
—¿Están bien? —te interrumpe.
—Sí, sí, no nos pasó nada.
Logras conversar con él unos minutos más. Te dice que irá su lugar de trabajo para ver que puede escuchar de lo que ha pasado. Pero no sabías que esa llamada iba a hacer la última hasta varias horas después. Vuelves a tu casa y en tu mismo celular conectas la radio, y vez que esto ha sido tremendo. Obviamente no había luz, sólo tu celular y velas. Mientras escuchas, vuelves a sentir que comienza a temblar, te paras y dudas si volver a salir o no, pero ya terminó. Es una locura. En la radio no paran de decir que esto fue demasiado grande, que para el sur fue peor. Apagas la radio para no gastar la poca batería que te queda e intentas llamar a tu familia pero no hay caso. No hay señal. Tu mamá te llama a ti y a tus hermanos para que todos se vayan a la pieza de ella a dormir juntos. Así lo hacen. Acostados, los pequeños intentan dormir, pero tú no puedes, porque cada diez minutos hay otro temblor que te asusta. Cansada de eso te levantas y sales de ahí. Vas a un sillón y tomas tu celular para pasar el tiempo. Corren las horas. La incertidumbre te mata al no saber nada de tu familia. Tu mamá aparece e intenta llamar a tu abuela pero se da cuenta de que la líneas se cruzaron. Todo esto es horrible.
Logras permanecer lo más tranquila posible por un momento, pero los temblores siguen y siguen. Sabes que tienes que ser fuerte. No puedes demostrar que tienes miedo porque tu mamá se asustaría. Tienes que ser fuerte, pero tienes ganas de llorar. De repente tu celular suena. Es tu papá. Te dice que ha logrado comunicarse con los demás y que todos están bien, excepto tus tíos que al vivir en el piso once tuvieron que evacuar el departamento. Pero nada más. Suspiras más tranquila. Y así se te va la mañana sin haber pegado un ojo. Pero ya basta de incertidumbre. Llega la luz y con eso la televisión. No das crédito de lo que ves. Esto es una película. Los noticieros te informan que esto fue un terremoto. Sí, un terremoto en Chile. Las imágenes que muestran son fantásticas: departamentos caídos, calles completamente destrozadas, casas en el suelo. Por Dios. Y lo que sigue es peor. En el sur, una alerta de tsunami que debió haberse dado no fue así, las olas arrasaron son todo. Literalmente, las casas flotan en el agua, los barcos están en el centro de la ciudad. Luego del terremoto, en las costas, golpeo un tsunami que se llevó todo. Eres consciente de que esto es sólo el inicio de una lluvia de imágenes que comenzaran a salir con el correr del día. El día en el que Chile es sacudido por un terremoto de 8,8 en escala Richter que duró 3 minutos 25 segundos.
Una forma diferente de contarles como lo viví.